Hay que insistir en este
aspecto de preponderante interés por el contenido para no
malinterpretar el aspecto formal de la actitud humanística. Por ejemplo,
a ningún humanista le ocurrió jamás decir que el estudio del latín y el griego,
en cuanto tales, “enseñe a razonar”. El latín y el griego servían para
remontarse a las fuentes de la cultura. En cambio, todos los humanistas presentan
la educación humanística como enderezada a “formar al hombre en cuanto hombre”,
no médicos, ni jurisconsultos, capitanes o eclesiásticos, ni ningún otro tipo
de profesional con capacidades particulares.
Otro de los caracteres
fundamentales de la educación humanística es su integridad, es decir,
la tendencia a cultivar en todos sus aspectos la personalidad humana, los
físicos no menos que los intelectuales, los estéticos no menos que los
religiosos. Pero integral no significa enciclopédico (por lo menos no en el
sentido actual de la palabra), antes bien, los humanistas despreciaban la
erudición barata y toda pretensión de omnisciencia sistemática, en lo que
también se oponen al ideal medieval de las summae.
La educación formal e
integral del humanismo coincide, pues, casi del todo, con el ideal latino de lahumanitas profesado
por Cicerón y Varrón, o con el ideal griego de la paideia como
hubiera podido entenderlo Platón. Las materias de estudio, las artes
liberales no se estudiaban por ellas mismas, sino porque se las consideraba
como las más aptas para desarrollar armoniosamente las facultades del
individuo, y por lo general se integraban con actividades deportivas y
artísticas como la equitación, la natación y la danza. Esta importancia
atribuida a la armonía del desarrollo global quizá recuerde mayormente
el ideal griego que el romano, al punto que muchos reconocen a la educación
humanístico-renacentista un tercer carácter, además de los dos ya mencionados,
es decir, un carácter estético.
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